sábado, 21 de abril de 2012

Baile de máscaras


Por: David Tarrab*



México, país de máscaras. Cada seis años presenciamos un desfile decadente de rostros que lucen sonrientes, prometen un mejor porvenir, pronuncian promesas de cambio y grandes transformaciones que se deslizan por abismos continuos. Cada seis años los candidatos a la presidencia ocultan sus rostros con máscaras de optimismo que esconden los intereses de los grandes monopolios, de los Azcárraga, de los Salinas Pliego, de los Slim, de los Romero Deschamps, de los Gordillo. Cada seis años inician la danza para manipular las reglas, acomodan las piezas a su favor y se apoderan de un país para cobrar la renta al resto de la población.

En este país pocos se atreven a cambiar el sistema, ¿para qué hacerlo si la corrupción e impunidad benefician a los grandes actores? Cada seis años los poderes fácticos se imponen y permean todos los poderes, todas las estructuras partidistas: los azules, los tricolores, los amarillos, los verdes, los naranjas y los rojos.

En este país la sociedad yace aletargada, apática a una democracia disfuncional que ha decepcionado a todos, una democracia que trajo consigo una continuidad de setenta y un años de impunidad, violencia, crisis social y corrupción.

La distancia entre sociedad y política se acrecenta cada sexenio, cada año, cada mes, todos los días. La apatía y el desinterés de buena parte de la población es sin duda el peor enemigo de una democracia participativa y plural. En el desinterés, aliado incondicional de regímenes autoritarios, es donde se gesta el cierre de espacios participativos, pues favorece a los grandes jugadores, mantiene a los mismos partidos de siempre al mando del país, inhibe las candidaturas independientes, la reelección, la rendición de cuentas, favorece la parálisis política; los legisladores no legislan, los jueces no hacen justicia, los políticos permanecen al servicio de intereses particulares olvidando su deber público, poderes fácticos que cobran renta al mejor postor. Todo ello ahuyenta el crecimiento, la inversión, la democracia, la transparencia, la libre competencia. Cada seis años se imponen los intereses de siempre y por consiguiente, los resultados de siempre.

México, país que permanece en silencio, el país donde no pasa nada y violar la ley es una costumbre que no se castiga. Ahí persisten, caminando entre nosotros, los Marín, los Ulises Ruiz, los Montiel, los Bejarano, los Bribiesca, los Moreira.

México se encuentra atrapado entre los grandes intereses y una sociedad que se conforma con aceptar las reglas del juego impuestas desde la cúpula. Una sociedad que en su mayoría se informa a través de Televisa y TV Azteca, con noticias trastocadas, manipuladas, tratando de imponer su agenda, alentando la Ley Televisa, señalando el monopolio de Slim, sin darse cuenta de lo que ellos constituyen.

Vuelve el baile de máscaras, el país a la espera de su Lázaro que los guíe a buen puerto; del mesías que nunca llegará pero que sí entusiasma a los espectadores con los recorridos interminables por el país, palabras vacías, frases trilladas, promesas que nunca se cumplirán, y es que no es Enrique, no es Josefina, no es Andrés Manuel, ninguno transformará a México con las condiciones actuales.

México está sofocado por los grandes monopolios, por intereses que aplastan el desarrollo del país; sin embargo, hay mucho que hacer. México no es propiedad de ningún político, empresario, sindicalista o narcotraficante; algunos de ellos lo han secuestrado, pero México empieza a romper el silencio, el hartazgo es innegable.

Es hora de hablar del verdadero México, hablar de nuestros 60 mil muertos en la guerra contra el narcortráfico, es hora de hablar de nuestras muertas de Juárez, de encarar una guerra que no va ninguna parte. Es tiempo de rescatar nuestro sistema educativo que permanece secuestrado, tiempo de impulsar una reforma política integral e incluyente, tiempo de impulsar las reformas estructurales que el país requiere desde hace décadas.

Es tiempo que en México se cumpla el estado de derecho, es tiempo de la ciudadanía responsable y participativa en su entorno político, económico y social. Tiempo de abrir los ojos y no de cerrarlos, basta con el país de no pasa nada, basta de la apatía a todo lo que nos afecta, basta del “y yo por qué”, basta de la política de cuates y privilegios que desincentiva el crecimiento y desarrollo del país.

Es tiempo de divulgar las buenas noticias, de hablar de nuestras familias, de nuestra cultura,  nuestras fiestas, nuestras canciones, nuestra arquitectura, nuestro cine, nuestra fotografía, nuestro arte, nuestra historia, nuestra gastronomía, nuestros logros, nuestra gente.

Es hora de hablar de todos los Méxicos, alzar la voz y quitarnos las máscaras. Pedir de vuelta el país que permanece en renta, recuperarlo y ocuparlo, arrebatarlo, volverlo nuestro otra vez con sus retos, victorias, fracasos, virtudes y defectos. Se acabó el tiempo, es nuestro tiempo.





* David Tarrab es licenciado en RI, tiene estudios en Ciencias Políticas por la Universidad de Essex, Reino Unido, así como un posgrado en Dirección y Administración de Empresas por el ITAM. Actualmente estudia la Maestría en Innovación para el Desarrollo Empresarial en el ITESM, en conjunto con la Universidad de Stanford.

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