miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cómo se puede medir la vida

COMO SE MIDE LA VIDA
No se mide según  la persona con quién sales,  ni por el número de personas con quienes has salido.
No se mide por la fama de tu familia, por el dinero que tienes, por la marca de coche que manejas, ni por el lugar donde estudias o trabajas.
No se mide por la belleza o fealdad de tu cuerpo, ni por la marca de ropa que llevas, ni por los zapatos, ni por el tipo que música que te gusta.
La vida, simplemente es…   otra cosa…, que tiene otro valor.
La vida se mide según a quién y cómo amas y  según a quién y cómo dañas.
Se mide según la felicidad o la tristeza  que proporcionas a otros.
Se mide por los compromisos que cumples y las confianzas que traicionas.   Se mide por el sabor de boca que dejas a los demás con tu presencia y con tus comentarios.
Se trata de lo que se dice y lo que se hace y de lo que se quiere decir o hacer, sea dañino o benéfico.
Se trata de los juicios que formulas y a quién o contra quién los formulas.
Se trata de a quién no le haces caso o a quién ignoras intencionalmente.
Se trata de los celos, del miedo, de la ignorancia y de la venganza.
Se trata del amor, el respeto o el odio que llevas dentro de ti, de cómo cultivas y riegas ese amor, de cómo consideras a los demás y de cómo perdonas.
Pero en lo general, se trata de si usas la vida para alimentar el corazón de otros.   Tú y solo tú escoges la manera en que vas a afectar a otros y esas decisiones son de lo que se trata la vida y cómo se mide.
La vida será contigo tan justa como lo eres con los demás.
La vida habla de ti, por aquellos amigos que fielmente supiste conservar.
La vida se mide por aquellos a los que te supiste entregar sin exigencias.   Aquellos que cuando no estás…  lloran tu ausencia.
Por lo tanto, ahora ya lo sabes; La vida se mide con la vida que das a los que te rodean y la calidad de la misma.
Vive pues para los demás, no para ti y la VIDA te dará lo necesario para tu felicidad.
De mi estimado amigo el Licenciado Careaga.

Él tiempo de los maduros

"Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora.
 Me siento como aquel chico que ganó un  paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.
 Ya no tengo tiempo para reuniones  interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
 Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
 Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
 No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
 No tolero a maniobreros y ventajeros.
 Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de  sus lugares, talentos y logros.
 Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
 Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
 Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
 Quiero la esencia, mi alma tiene prisa.
 Sin muchas golosinas en el paquete.
 Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
 Que sepa reír, de sus errores.
 Que no se envanezca, con sus triunfos.
 Que no se considere electa, antes de hora.
 Que no huya, de sus responsabilidades.
 Que defienda, la dignidad humana.
 Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
 Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
 Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas.
 Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
 Sí. tengo prisa. por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
 Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan.
 Estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he comido.
 Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
 Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás."  Mario de Andrade (Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño)

Consejos para un hijo

Jackson Brown no es un gran pensador, ni un Nóbel de literatura. Es sólo un hombre común, un padre preocupado por la felicidad de su hijo que quiso escribir estos simples “consejos”

Hijo:   Cásate con la persona correcta. De ésta decisión dependerá el 90% de tu felicidad o tu miseria.
Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.
Ten un buen equipo de música.
Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa.
Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.   Maneja autos que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.
No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo,Ya lo sabe.   Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás hacer fuerza).
Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
Haz lo que creas que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo. Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas.
Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, no hay peligros ni problemas.
No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
Confía en la gente, pero cierra tu auto con llave.
Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'. Nunca confundas riqueza con éxito.
No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.   No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices.
Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos paguen parte de sus estudios.
Haz dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en las fotos.
Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.
No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él.
No confundas confort con felicidad. Nunca compres nada eléctrico en una feria artesanal.
Escucha el doble de lo que hablas (por eso tenemos dos oídos y una sola boca). Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos. Aprende a distinguir quienes son tus amigos y quienes son tus enemigos. Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento. Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.
La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo.
Me lo envío mi estimado amigo el Licenciado Careaga, me gusto, sé los comparto.

lunes, 2 de septiembre de 2013

El rasero de la eficacia

  Regresaron con la presunción de que ellos sí sabían gobernar. Que todo lo que había pasado en los últimos doce años era producto de la incompetencia de unos ingenuos. No eran capaces de producir orden, no sabían cómo trabajar con el Congreso, ni siquiera se entendían entre sí. Eran los responsables de la explosión de la violencia, del retraso en las reformas, de la “pérdida de autoridad”. Los panistas sabrían ganar elecciones pero no sabían gobernar. Ya no eran los “místicos del voto de antes”: ahora eran inútiles con votos. Los priistas cultivaron así la leyenda de su época: antes de la llegada del PAN, la política era un reloj que funcionaba con exactitud, una pirámide bien asentada donde regía el principio de autoridad.   El candidato del PRI hizo de la eficacia el centro de su oferta política. Sería el presidente que le devolvería empuje al país. Su proyecto no se distinguía con claridad del proyecto panista. La diferencia era el acento en la capacidad. El gobernador del Estado de México ofrecía oficio al servicio de la continuidad. Al enfatizar esa capacidad para lograr lo deseado, Peña Nieto apuntaba la ineptitud de los panistas y afirmaba, a la vez, el valor con el que habría de medirse su gestión. Peha querido a peña no hayvalor con el que habrra lograr lo deseado, Peña Nieto señalaba la ineficaciaña Nieto ha querido que se le evalúe con el medidor de la  eficacia: capacidad para conseguir lo propuesto. Desde luego, el rasero de la eficacia no es el único que debe emplearse para medir la acción política. ¿Eficacia de qué? ¿Eficacia para qué? ¿Eficacia a qué costo? Ser eficaz es conseguir lo que uno quiere, no es necesariamente lograr lo conveniente. Que el gobierno se salga con la suya no es necesariamente una buena cosa. Pero, si bien debemos decir que ese valor no es el único relevante, podríamos aceptarlo para evaluar la acción de un gobierno que se presume eficaz.   El Pacto por México embonó a la perfección con el propósito de construir una “democracia de resultados”. Una coalición extravagante que incorporó a la izquierda y a la derecha en un programa reformista ambicioso y relativamente concreto. El pacto fue una bolsa de oxígeno para tres enfermos: el gobierno necesitaba votos en el Congreso; al PAN le urgía deslindarse de su pasado reciente; al PRD le convenía marcar la diferencia con sus radicales. Funcionó. No solamente facilitó las primeras reformas de la administración, también ayudó a redefinir el perfil de los partidos y trazar con nitidez sus diferencias interiores. Se trató de un pacto de la clase política para reivindicar lo legítimamente común: una política de Estado frente a los poderosos intereses parciales.   No fue poco lo que se logró con ese acuerdo en los primeros meses de gobierno. Parecía, en efecto, que se había encontrado una fórmula para la eficacia: negociaciones entre el gobierno y los dirigentes partidistas que eran ratificadas velozmente por el Congreso. Algo había de cierto en el eslogan: la política movía a México. La mesa del Pacto sustituyó en la práctica al Legislativo como foro de la discusión y el acuerdo. Esa fue la primera avería de la eficacia. Los legisladores empezaron a resentir el maltrato de las cúpulas y a oponer su resistencia al libreto del gobierno y sus aliados. El Pacto hizo crisis primero por la fragilidad de los liderazgos partidistas, por la precaria cohesión interna de las oposiciones, por las vivas animosidades que hormiguean dentro de los partidos.   Pero la eficacia se desmorona a golpes de imprevisión, docilidad y descoordinación del gobierno federal. En pocas semanas se ha diluido la imagen de capacidad política. El gobierno no tiene más discurso que elogiar su despegue y el hallazgo de aquel pacto. La presidencia renuncia al liderazgo, incluso a los instrumentos constitucionales de su poder, como lo es la iniciativa preferente. El gobierno parece haber abdicado a su voluntad: quiere lo que quiere la mesa del Pacto y no se atreve a pensar por fuera de ese espacio. Tal vez no debería sorprender, pero es notable la falta de argumentos del gobierno para defender sus políticas—más aún su indisposición para razonar en público sus propios proyectos. El gobierno cree que una campaña publicitaria y la tonta evocación del general Cárdenas puede vender su reforma energética. Los críticos de la incompetencia reciente han dejado todos los espacios a sus adversarios. Al tiempo que el discurso oficial enfatiza la ambición reformista, el equipo presidencial es profundamente conservador… e incompetente. El aterrizaje de la reforma educativa es una lección de ineptitud y de arrogancia. Nadie que haya vivido en México en los últimos años podría sorprenderse de la reacción magisterial. Nadie… menos el gobierno de Enrique Peña Nieto.   Atado a su única estrategia, renuente a cualquier conflicto, desprovisto de un equipo coherente y enérgico, congénitamente indispuesto a la polémica, el gobierno federal se atasca de nuevo en la esterilidad. El espejismo de la eficacia priista no aguantó un año.  

De Jesús Silva Herzog Marquez